Desde el punto de vista del ser humano,
puede decirse que todos los lugares fuera de la Tierra son extremos.
Pero, realmente, no debemos viajar muy lejos para hallar esos
lugares. Los hay en la Tierra. Uno de ellos lo conforman las
profundidades abisales, esas grandes profundidades oceánicas donde
la luz solar no llega y donde, en contra de lo que la razón
indicaría, se desarrolla una fauna propia, peculiar y sorprendente.
Se encuentran peces de apariencias frecuentemente monstruosas, desde
luego muy distintas a las de los que más conocemos. También,
invertebrados como arañas de mar, pólipos o esponjas, de gran
tamaño: de hecho se dan fenómenos de gigantismo.
Lo que no existe en estas zonas, que en
conjunto cubren más del 70% de todos los océanos, son algas verdes
que realicen la fotosíntesis. Llegan detritos de las zonas
superiores, y en las chimeneas de las zonas volcánicas submarinas se
da quimiosíntesis por bacterias. Tal vez increíble, pero la vida se
abre camino de un modo u otro.
En ocasiones, las llanuras oceánicas
se hunden en fosas abisales, de varios kilómetros de
profundidad, y allí lo extremo se hace ya difícilmente imaginable.
Aunque no hay límites para la imaginación, y acaso tampoco para la
vida.
Saludos desde tierra firme, al menos
por ahora.
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