domingo, 21 de agosto de 2011

Las eras arcaica y primaria

Muchas veces, cuando se remonta la vista a eras pasadas, pensamos en el tiempo de los dinosaurios, o acaso en los recientes dos millones de años de existencia de la especie humana. La era de los dinosaurios es la secundaria. La especie humana emergió en el cuaternario. El terciario es un tiempo más ignorado, y más si cabe las eras arcaica y primaria, perdidas en la noche de los tiempos, hace miles de millones de años. Son tiempos de criaturas desconocidas, extrañas, precursoras, en las que la Tierra misma y el clima se conformaban aún, y a las que se dedican pocos documentales, series o películas, por no decir casi ninguno. Pero son las eras en que surgió la vida, en que pasó de una única célula a especies pluricelulares que llenaron los océanos primigenios y saltaron después a tierra firme. Y allí, prosiguió la evolución...


En las eras arcaica y primaria los océanos fueron los principales protagonistas de la vida, hasta que muy lentamente la atmósfera reunió las cualidades para la vida fuera de los mismos. Los cefalópodos y los artrópodos fueron los autenténticos dominadores de aquel tiempo, pero en el salto a la superficie terrestre triunfaron finalmente los precursores de los vertebrados, ya que pudieron adaptarse mejor a la vida fuera del agua y a las condiciones de una nueva atmósfera rica en oxígeno.

Os invito a conocer un poco más de estas eras olvidadas, aunque ya os comento que la ciencia aún desconoce bastante sobre ellas. Animáos a imaginarlas un poco, en todo caso.

Cálidos saludos de verano.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Contaminación lumínica

Aunque ahora asome a nuestra ventana un sol radiante, imaginemos una de estas noches de verano, serena, agradable. Podemos estar en una ciudad cualquiera. Desde ella, apenas podemos apreciar las estrellas en ese calmado y despejado cielo nocturno. Conforme nos vamos alejando de la ciudad, más y más estrellas pueden observarse en el firmamento. Y si tenemos la suerte de llegar a un lugar "apartado" de la civilización, el número de estrellas visibles crece casi increíblemente.

Todas las ciudades, y especialmente las grandes, aparecen rodeadas en la lejanía de un halo de luz más o menos intenso. Es luz que hace más cómoda la vida cotidiana, pero que en parte es también contaminación, un excedente innecesario que implica gasto, energía desaprovechada y que impide el mejor disfrute de la naturaleza y la contemplación del firmamento. Es, de alguna manera, una forma más de alejarse de la naturaleza. Ciertos estudios señalan que también afecta a la fauna cercana a los núcleos urbanos, en forma de desorientación o de alteración de los ritmos biológicos, al no distinguir fácilmente el animal el día y la noche.

Todo esto puede parecernos de mayor o menor importancia. Pero ¿cómo sería un mundo con menos luz en sus noches? ¿Sería mejor, o, simplemente, distinto? Más cercano a la naturaleza sin duda.

Saludos de verano.