miércoles, 5 de febrero de 2014

Basura tecnológica

En este tiempo en el que vivimos, el marcado proceso de aceleración tecnológica que lo caracteriza ha generado no pocos debates y situaciones comprometidas y contradictorias. Una de ellas se resumiría con una pregunta: ¿qué hacemos con la basura tecnológica? En efecto, en la sociedad de consumo no solo se generan residuos de alimentos o ingentes cantidades de plásticos en forma de envases, envoltorios, etc. Los productos tecnológicos, conforme dejan de funcionar o simplemente son reemplazados por "no quedarnos atrás", son molestos elementos con los que no sabemos muy bien qué hacer. Todos tenemos la idea del reciclaje, de que algo se hace con ellos. Y así es, algo se hace. Pero se recicla solo una pequeña cantidad, mientras que infinidad de residuos tecnológicos, muchos contaminantes, quedan depositados en zonas de países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Estas zonas quedan marcadas, contaminadas, generando además enfermedades en poblaciones que se afanan en sacar una pizca de rendimiento de lo que para los países más desarrollados o consumidores es basura.

Se habla en ocasiones de obsolescencia programada, un concepto que viene a indicar esa vida limitada desde su concepción para los productos de nuestra sociedad, en particular los tecnológicos, para que queden sin uso o desfasados y pasemos a consumir los siguientes que correspondan. Puede que esto sea siempre así y puede que haya honrosas excepciones. Lo que nos toca es ejercer un consumo responsable, para minimizar el impacto en las vidas de otros, que ni siquiera tienen acceso, a veces, a las necesidades más básicas. Renunciar a la tecnología puede no ser el camino; hay otros, desde la responsabilidad y la concienciación global, ecológica y de futuro. Baterías, pantallas de ordenador, televisores, teléfonos móviles y muchos otros componentes no pueden ser arrojados a un contenedor con despreocupación. Pongamos la tecnología a nuestro servicio, no nos pongamos al suyo.

Saludos nocturnos.