miércoles, 20 de abril de 2011

El mar de Aral

En silencio se ha ido consumando un desastre ecológico al que quiero hacer referencia. En Asia Central, en mitad de las estepas, entre Kazajastán y Uzbekistán, existió el que fue el cuarto lago del mundo, un mar en sí mismo por su extensión: el mar de Aral. Existió, pues ya apenas es un recuerdo del pasado. En los años sesenta del siglo XX era el cuarto lago del mundo, con unos 66.000 kilómetros cuadrados de extensión, pleno de pesca y recursos para quienes habitaban a sus orillas. Ahora es una sombra de sí mismo, apenas unas manchas lacustres que han dado paso a más desierto, inviernos y veranos más riguroros en la zona, contaminación y enfermedades para sus habitantes. Como en tantas ocasiones, un progreso mal entendido está en la raíz de una situación que puede ser ya irreversible, aunque hay algunos intentos de recuperar algo, al menos, de lo que fue.

Caminos similares parecen seguir otros lagos de la región de Asia Central, como el Baljash o el Lop Nor. Y otros, como el Mar Caspio o el lago Baikal, en Siberia, ya sufren por la contaminación. La pregunta es hasta cuándo dejaremos que nuestro planeta pague tan alto precio en nombre del falso progreso. Evocaciones de ruta de la seda me llegan cuando pienso en estos lagos y desiertos, y lamento lo que una vez fueron. Ojalá no sea tarde para ellos, pero en ocasiones pienso que la humanidad ya ha decidido, y en los mapas del futuro no aparecen.

Quiero equivocarme.

Saludos para todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario