El Sol es una estrella estable que quemará su combustible, se cree, hasta dentro de unos 5000 millones de años. La emisión de esta ingente energía está sometida a variaciones y ciclos que se denominan ciclos solares. Se trata de períodos de unos 11 años en los que varía la cantidad de manchas y protuberancias (erupciones) solares. Realmente el ciclo solar completo es de 22 años, pues cada 11 se invierte la polaridad del campo magnético de la estrella.
La serie de ciclos solares comenzó a registrarse en 1755, y actualmente nos encontramos en el ciclo 24. Hay mucha controversia sobre su intensidad, y lo cierto es que han sido ya bastantes las grandes erupciones que han puesto en jaque a los satélites y sistemas de comunicaciones desde que comenzara, allá por 2008. Este es el principal ámbito para el que interesa conocer todo lo posible este fenómeno. Hasta el momento los mecanismos que rigen los ciclos solares presentan bastantes sombras (y no es un juego de palabras). Además de los posibles efectos en tecnología o comunicaciones, se cree que, de algún modo, los ciclos solares pueden estar asociados con el clima en la Tierra, si bien el mecanismo no está claro. Algunos ciclos solares de mayor duración parecen influir más significativamente, como lo que sucedió de 1645 a 1715, una época en que los inviernos fueron especialmente crudos y así quedó registrado, coincidiendo con la práctica desaparición de las manchas solares (mínimo de Maunder).
Tenemos aquí un ejemplo de las muchas incógnitas que persisten sobre el universo, en muchos frentes, y por eso la investigación sigue viva.
Un saludo.
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