Es habitual ya escuchar en los medios
de comunicación referencias a posibles efectos causales entre los
episodios del clima que van aconteciendo y el cambio climático. Una
de las últimas ocasiones se ha dado estos días. Transcurre el
verano austral, y las temperaturas en Australia son desmesuradamente
altas. Y, como siempre, se repiten los descomunales incendios,
particularmente en la isla de Tasmania. Vincular episodios concretos
a un posible cambio climático es algo arriesgado. No obstante,
parece cada vez más claro que el clima está cambiando, o está
siendo cambiado, y en muy poco tiempo, lo que es el peor aspecto de
esta situación; no el cambio en sí, sino su rapidez, la cual
llevará, a juicio de los científicos, a que no pocas especies sean
incapaces de adaptarse.
Contaminación industrial, vehículos
en cantidades ingentes, sobreexplotación maderera... La lista de
agentes responsables puede ser larga. Como lo son sus efectos:
aumento de temperaturas medias, deshielos en zonas polares y
desaparición de glaciares, subida del nivel del mar... Hay quienes
consideran que uno de los efectos más visibles del cambio climático
podría ser la desaparición de las estaciones intermedias y más
suaves, primavera y otoño, y solo quedarían invierno y verano, que
serían más extremos. ¿Es esto lo que sucede en Australia, y apenas
lo intuimos? Tal vez ya lo atisbamos en muchos lugares. Para algunos, a la larga hará más y más calor, en un
calentamiento global. Para otros, tras el calentamiento puede
sobrevenir un enfriamiento global, como ya ha sucedido en otras eras
de la Tierra. ¿Quién tendrá razón? En este caso mejor sería
equivocarse todos, para que nuestro planeta siga gozando de sus
generosas condiciones de habitabilidad. El ser humano parece empeñado
en algo distinto, aunque al menos poco a poco comprendemos que solo
debemos resignarnos y prepararnos para un cambio climático natural, no para aquel que esté en nuestra mano evitar.
Un saludo.
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