Recurrentemente surge la pregunta sobre la energía o energías que mejor cubrirán las necesidades de la humanidad en el futuro, en el contexto del calculado agotamiento de los combustiles fósiles, en particular el petróleo, y las evidencias sobre calentamiento global y el debate sobre la sostenibilidad del modelo enegértico de las sociedades más desarrolladas o en vías de desarrollo. Asistimos desde hace años al auge de las energías renovables, tal vez sobre todo la eólica o la solar, si bien muchas veces más por subvenciones o intereses pecuniarios que por convicción, y aparecen alternativas cada vez más viables como las pilas de combustible. De reojo, la gran esperanza tiene nombre: la fusión nuclear. No debe confundirse con fisión, pues de hecho es lo contrario. Si la fisión consiste en la disgregación de núcleos atómicos, liberando grandes cantidades de energía y partículas, la fusión es la unión de núcleos atómicos, generando también energía. Y si hablamos de fusión de átomos de hidrógeno en átomos de helio, tenemos la energía de las estrellas.
He ahí precisamente la gran dificultad. Para poder beneficiarnos de esta energía, mucho más limpia que la fisión y menos limitada que los combustibles fósiles (el hidrógeno podría obtenerse del agua), necesitamos replicar las condiciones estelares en la Tierra. Se han conseguido algunos resultados, y proyectos como ITER muestran el interés de la comunidad científica. Pero los miles de grados de temperatura de las estrellas y los campos magnéticos que allí se generan suponen todo un desafío, que puede superarse. Mientras, formas de energía menos elevadas pero sostenibles y renovables pueden ayudarnos a conformar un mundo más limpio.
Un saludo.
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